¡Hola palomitas!
Este mes os traigo un cuento sobre Halloween. Halloween o también conocido como Noche de Brujas, es una fiesta que significa el fin del verano y se celebraba al finalizar la temporada de cosecha en Irlanda.
Espero que os guste...
Érase una vez un niño verde, sí, sí, verde como las lechugas y, ¿por qué era verde? Porque sus padres eran unos brujos verdes, pero brujos buenos, claro. La verdad es que ser verde le había traído muchos problemas, a los demás niños no les gustaba y muchos se reían de él y como sus padres veían que se ponía muy triste, lo tenían siempre en casa. Se acercaba el cumpleaños de Distin. Últimamente había estado un poco triste porque se sentía solo, así que su madre decidió buscar en su libro de hechizos uno para poder alegrar a su pequeño. Así que buscó y rebuscó, pero su magia no podía cambiarlo de color ya que como también era un brujo la magia no funcionaba con él. Nada, no encontraba nada hasta que vio que había un hechizo llamado Halloween. Era muy difícil de hacer y solo duraba una noche, pero tenía que intentarlo. Así que empezó el plan, era 31 de octubre, el cumpleaños de Distin, a preparar la fiesta e invitar a todos los niños, pero no la podía hacer en su casa porque sino los niños no querrían ir, así que la haría por todas las casas del pueblo. Tenía que decorar y para eso sí que usaría su magia, utilizaría su decoración favorita, calabazas, murciélagos, arañas, cosas de brujas...
“La noche de Halloween quiero celebrar arañas, murciélagos, calabazas para decorar, caramelos, piruletas dulces para regalar todos los niños para participar. “Truco o trato” dirán y en monstruos se transformarán.” Lanzó su hechizo y todo el pueblo quedó decorado, llamó a Distin para que lo viese, le encantaba cómo estaba todo, pero no había niños con los que jugar.
“Espera y verás”, le dijo su madre. Y al viento susurró “truco o trato” y hasta las orejas de los más pequeños el susurro llegó.
Cada vez que alguien decía estas palabras el hechizo le transformaba en monstruo, pero en un monstruo bueno y divertido. Cada vez eran más brujas, hombres lobos, vampiros, momias… Distin era uno más, ya podía ir a jugar con ellos sin sentirse diferente. Así lo hizo. Llamaban a todas las casas y les daban caramelos, era el mejor cumpleaños que nunca había vivido, era feliz siendo uno más. Un pequeño vampiro se pasó toda la noche con él, se lo pasaron genial, estuvieron hablando y tenían muchas cosas en común, les gustaban los mismos libros de aventuras y jugar a adivinar acertijos, y cómo no correr de un lado para otro.
Pero la noche llegaba a su fin, y el hechizo de Halloween también. “Qué pena no volver a ver a su amigo”, pensaba. Decidió aprovechar hasta el último momento, hasta que el hechizo se deshiciera. El primer rayo de sol apareció y el pequeño vampiro pasó a ser simplemente Ánder, un niño normal y corriente, pero Distin no cambió, Ánder se extrañó:
- ¿Por qué sigues siendo verde? ¿Es que no vas a volver a ser normal?
- Ya soy normal, siempre he sido así.– Y Distin le explicó que era hijo de unos brujos. A Ánder no le importó, se lo había pasado tan bien con él aquella noche que quería poder jugar con él otro día. Y así lo hicieron, y no solo un día sino muchos más. Otros niños también se acercaron a jugar con él al ver que Ánder no se asustaba y que se divertían juntos.
También hay que decir que otros niños se seguían riendo de él, pero bueno no se puede gustar a todo el mundo, lo importante es que tenía amigos que lo querían tal y como era, verde como una lechuga. Y como se lo habían pasado tan bien, Distin cada 31 de octubre celebra su cumpleaños y ya debe tener más de mil años.