sábado, 24 de diciembre de 2016

Feliz Navidad Palomitas!!

Hola Palomitas!!

¡Os deseo Feliz Navidad y os regalo miles de besitos, millones de abrazos y muchos regalitos!


miércoles, 14 de diciembre de 2016

Los tres cerditos.

El animal mejor que yo recuerdo
es, con mucho y sin duda alguna, el cerdo.
El cerdo es bestia lista, es bestia amable,
es bestia noble, hermosa y agradable.
Mas, como en toda regla hay excepción,
también hay algún cerdo tontorrón.
Dígame usted si no: ¿qué pensaría
si, paseando por el Bosque un día,
topara con un cerdo que trabaja
haciéndose una gran casa... de paja?

El Lobo, que esto vio, pensó: "Ese idiota
debe estar fatal de la pelota...
"¡Cerdito, por favor, déjame entrar!".
"¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!".
"¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!".
Y por más que rezó la criatura
el lobo destruyó su arquitectura.
"¡Qué afortunado soy! -pensó el bribón-.
¡Veo la vida de color jamón!".
Porque de aquel cerdito, al fin y al cabo,
ni se salvó el hogar ni quedó el rabo.

El Lobo siguió dando su paseo,
pero un rato después gritó: "¿Qué veo?
¡Otro lechón adicto al bricolaje
haciéndose una casa... de ramaje!
"¡Cerdito, por favor, déjame entrar!".
"¡Ay no, que eres el Lobo, eso ni hablar!".
"¡Pues soplaré con más fuerza que el viento
y aplastaré tu casa en un momento!".
Farfulló el Lobo: "¡Ya verás, lechón!",
y se lanzó a soplar como un tifón.
El cerdo gritó: "¡No hace tanto rato
que te has desayunado! Hagamos un trato...".
El Lobo dijo: "¡Harás lo que yo diga!".
Y pronto estuvo el cerdo en su barriga.
"No ha sido mal almuerzo el que hemos hecho,
pero aún no estoy del todo satisfecho
-se dijo el Lobo-. No me importaría
comerme otro cochino a mediodía".

De modo que, con paso subrepticio,
la fiera se acercó hasta otro edificio
en cuyo comedor otro marrano
trataba de ocultarse del villano.
La diferencia estaba en que el tercero,
de los tres era el menos majadero
y que, por si las moscas, el muy pillo
se había hecho la casa... ¡de ladrillo!
"¡Conmigo no podrás!", exclamó el cerdo.
"¡Tú debes de pensar que yo soy lerdo!
-le dijo el Lobo-. ¡No habrá quien impida
que tumbe de un soplido tu guarida!".
"Nunca podrá soplar lo suficiente
para arruinar mansión tan resistente",
le contestó el cochino con razón,
pues resistió la casa el ventarrón.
"Si no la puedo hacer volar soplando,
la volaré con pólvora... y andando",
dijo la bestia, y el lechón sagaz
que aquello oyó, chilló: "¡Serás capaz!"
y, lleno de zozobra y de congoja,
un número marcó: "¿Familia Roja?".
"¡Aló! ¿Quién llama? -le contestó ella-.
¡Guarrete! ¿Cómo estás? Yo aquí, tan bella
como acostumbro, ¿y tú?". "Caperu, escucha.
Ven aquí en cuanto salgas de la ducha".
"¿Qué pasa?", preguntó Caperucita.
"Que el Lobo quiere darme dinamita,
y como tú de Lobos sabes mucho,
quizá puedas dejarle sin cartuchos".
"¡Querido marranín, porquete guapo!
Estaba proyectando irme de trapos,
así que, aunque me da cierta pereza,
iré en cuanto me seque la cabeza".

Poco después Caperu atravesaba
el Bosque de este cuento. El Lobo estaba
en medio del camino, con los dientes
brillando cual puñales relucientes,
los ojos como brasas encendidas,
todo él lleno de impulsos homicidas.
Pero Caperucita, -ahora de pie-
volvió a sacarse el arma del corsé
y alcanzó al Lobo en punto tan vital
que la lesión le resultó fatal.
El cerdo, que observaba ojo avizor,
gritó: "¡Caperucita es la mejor!".

¡Ay, puerco ingenuo! Tu pecado fue
fiarte de la chica del corsé.
Porque Caperu luce últimamente
no sólo dos pellizas imponentes
de Lobo, sino un maletín de mano
hecho con la mejor... ¡piel de marrano!

jueves, 1 de diciembre de 2016

LA LEYENDA DE LA ARAÑA DE NAVIDAD.

La Araña de Navidad es una leyenda alemana que se originó ya hace mucho tiempo. Hoy en día precisamente son muchos los alemanes que colocan en su árbol de Navidad una araña brillante... ¿Queréis saber el por qué? 🎅🎄

La Navidad había llegado a Alemania y cómo no, también a un pueblecito escondido entre las nevadas montañas. Como cada año, todos sus habitantes se disponían a celebrar las fiestas en familia. Eran días especiales y las casas tenían que estar relucientes, así que se preocupaban por limpiar sus hogares y alegrarlos con la preciosa decoración navideña.
Sucedió que en una de esas casas habitaba un grupo de arañas de patas largas y cuerpo delgado, de esas feúchas pero totalmente inofensivas. Siempre permanecían escondidas en una esquina del comedor, ocultas tras un aparador de madera con tiradores de bronce. Llevaban allí varias semanas y el sitio escogido parecía seguro. Habían tejido sus resistentes  telarañas y hasta el momento habían permanecido intactas.
No contaban con que la dueña, dispuesta a que su casa fuera la más limpia de todas, aparecería con la escoba de un momento a otro. Desgraciadamente, eso fue lo que sucedió. La mujer corrió las mesas y las sillas, las estanterías y los muebles, para barrer hasta la última mota de polvo. Las arañas, por suerte, se dieron cuenta a tiempo de que se acercaba a su esquinita y salieron despavoridas antes de ser arrasadas por el implacable cepillo de la escoba. Se ocultaron en una viga del techo y vieron cómo la señora hacía desaparecer  las telarañas  que tanto trabajo les había costado fabricar.
Llegó el día 24 de diciembre y desde su escondite,  vieron a la familia reunida en el salón para montar un precioso árbol de Navidad, lleno de lazos y muñequitos de madera. Cuando terminaron, padres e hijos disfrutaron de una opípara cena y cantaron villancicos hasta bien entrada la noche. Sobre las dos de la mañana, todos se fueron a dormir.
Las arañitas estaban deseando  ver ese precioso árbol más de cerca, así que cuando  en toda la casa reinó el silencio, bajaron por la pared y treparon ágilmente por las ramas del abeto. Disfrutaron muchísimo recorriendo el arbolito navideño, deslizándose por sus adornos y sintiendo las cosquillas de las piñas en sus tripas. Iban de aquí para allá soltando hilos de seda y al final, tanto se movieron, que el árbol quedó cubierto por una enorme telaraña.
Ni se enteraron de que por la chimenea apareció Santa Claus, que venía a dejar los regalos a los niños. Al acercarse al árbol, vio que estaba lleno de arañitas y que no se veían los adornos porque estaban cubiertos por una grande y tupida tela de araña gris. Sintió ternura por esos bichitos que tan bien se lo estaban pasando ¡Al fin y al cabo, para ellas también era Navidad!
Sonriendo les preguntó si querían quedarse para siempre viviendo en ese árbol. Las arañitas contestaron que sí, entusiasmadas. Santa Claus tocó el árbol y se hizo la magia: las arañitas se convirtieron en preciosos adornos dorados y las telarañas, en brillantes guirnaldas e hilos de plata que embellecieron y dieron luz al árbol de Navidad.
Desde entonces muchos alemanes decoran con largas cintas sus árboles y no se olvidan de comprar un adorno con forma de arañita, en recuerdo a esta hermosa leyenda.